Qué bueno que subiste el hilo desde el inframundo, Rogger. Tanto para actualizarnos la dirección de tu blog, como para evocar las fantasías vertidas y, de pasada, plasmar una que recién ha tomado mi mente por asalto:
Tengo un accidente que me impide caminar por algún tiempo, obligándome a estar en cama por varias semanas. Mi mujer contacta a un doctor que hace visitas a domicilio, para que esté al tanto de mi evolución. El galeno nos visita por la mañana, resulta ser un fulano atractivo, y mi mujer no logra ocultar que le gusta. Al terminar de revisarme, el doctor se despide y mi mujer lo acompaña a la puerta, pero en vez de salir se ponen a murmurar. Saco de mi buró un amplificador de audio que compré recién en una de esas ventas por TV y me lo pongo en el oído para ver si algo oigo de la plática de mi mujer con el doctor.
Hablan de mi estado de salud, pero ella le dice que a veces se siente histérica. Él le dice que sí la nota estresada y le pregunta si sabe cómo curaban la histeria a principios del siglo pasado. Ella dice no saberlo. Él entonces le pregunta cómo se ha sentido después de dos semanas sin poder tener intimidad conmigo, aclarándole que puede explayarse con confianza, porque es un profesional. Ella le agradece y le dice que no ha sentido cambio alguno, que igualmente cuando estoy sano no ha logrado sentirse mujer conmigo desde hace varios años. Que ser buen amante no es mi fuerte, pero que a pesar de eso me ama y que ya está resignada a una especie de celibato involuntario. Que dejó de verme como hombre desde un día en el que le pedí que me estimulara analmente, que eso era de gays y ella no disfrutaba de tener sexo con alguien "así".
El doctor, en vez de aclararle que el disfrute de la estimulación anal nada tiene que ver con homosexualidad, le dice que la comprende y que es muy normal que ya no sienta ganas de estar conmigo, pero que debería hacer algo para no prescindir del ejercicio de su sexualidad. Le pregunta que si al menos se masturba. Ella le dice que no. Él le dice que como su doctor, le pide que no le mienta. Ella finalmente confiesa que sí se masturba de vez en cuando. Él entonces le explica que la masturbación no sólo no es mala, sino que es útil y hasta necesaria, máxime si no tiene intimidad satisfactoria con su marido. Le aclara que, sin embargo, lo ideal es tener sexo con alguien que sí la haga sentir mujer. Que si nunca ha tenido sexo con alguien más, además de mí. Ella le dice que no. Él le pide de nuevo que sea sincera. Ella finalmente reconoce que ha tenido una que otra aventura a lo largo de nuestro matrimonio. Él le pregunta si actualmente tiene algún amante. Ella le dice que tontea con varios amigos, pero que no tiene un amante propiamente dicho. Él entonces le recomienda hacerse de uno.
Para aliviar por el momento su evidente estrés, el doctor le propone hacerle un masaje relajante. Ella acepta. Él le pide que se ponga algo más cómodo. Ella le dice que sí y se dirige a mi cuarto. Me quito el aparato auditivo y finjo dormir. Ella llega al cuarto. Abre el closet. Duda qué ponerse. Toma una bata pero, tras meditar unos instantes, la vuelve a colgar. Abre el cajón de su lencería y se pone... ¡un negligee! Luego se pone unos zapatos de tacón y regresa con el doctor. Yo me pongo de nuevo el aparato para oír. Ella le pregunta si esa ropa está bien y él le contesta que está fantástica. Le pide que se recueste sobre el sofá y le aclara que si durante el masaje siente algún dolor o alguna incomodidad, no dude en decírselo. Luego viene un silencio que me sugiere que el masaje ha comenzado. Poco a poco el aparato auditivo me empieza a revelar respiraciones entrecortadas, jadeos y golpeteos propios del choque sexual de dos cuerpos. Minutos más tarde no me es necesario el aparato, los ruidos sexuales se escuchan fuerte y claro. Media hora más tarde parece que han terminado y el doctor se despide y sale de la casa.
Mi mujer se dirige a mi cuarto. Me hago el dormido. En vez de ducharse o cambiarse de ropa, se recuesta en mi cama para descansar. Yo, lesionado y todo, siento el impulso de moverme hacia ella. Con las dificultades propias del caso me pongo entre sus piernas y empiezo a besarle el coño por encima de las bragas. Ella, sin mediar palabra, me retira por un instante de entre sus piernas pero sólo para quitarse sus bragas, hecho lo cual me toma por la nuca y me lleva de nuevo a comerle el coño, como diciendo "¿querías mamar coño recién follado? ¡pues toma!". Yo mamo su coño con fruición al tiempo que froto mi verga contra el colchón. No tardo ni dos minutos en venirme, pero sigo comiéndole el coño hasta hacerla venir. Nos quedamos dormidos por un rato.
El resto del día no mencionamos lo sucedido, pero mi esposa luce radiante y feliz. Al día siguiente se para temprano, se baña y se pone a pintarse y peinarse. Le pregunto si va a salir. Me dice que no, pero que va a venir del nuevo el doctor y no quiere que la encuentre "en fachas". Luego saca un baby doll y un coordinado. Me pregunta cuál de los dos se le ve mejor. Escojo la prenda que la hace verse más puta. No hemos hablado del tema, paro para ambos ya ha quedado claro nuestro nuevo vínculo de cornudo y mujer.
Poco después tocan la puerta. Es el doctor. Al ver a mi esposa vestida tan puta, el doctor le dice que se ve guapísima, pero que qué hay de mí, que me puedo dar cuenta de lo que está pasando entre ellos. Ella entonces le platica cómo le comí el coño después de que se la cogió. Que además de maricón soy un cornudo. Entonces se dirigen al cuarto. El doctor me ausculta tratando de disimular, pero es obvio que está ahí para cogerse a mi mujer...
jajaja salió relatillo la fantasía
It's obvious that English is not my native language. Sorry for any inconvenience. My blog (spanish): http://keratafilia.blogspot.com